21/2 - El avión que me traía el martes desde Tonga aterrizó en el aeropuerto de Samoa Occidental el lunes. Por lo tanto, nuevamente, cruzo la "línea del tiempo".
Samoa se encuentra a hora y media en avión al noreste de Tonga, y está dividida en dos islas, Samoa del oeste (Upolu, Savai'i, Manono y Apolima, las principales entre otras) y Samoa Americana.
Ahora me encuentro en Upolu, donde pasaré varias semanas recorriendo las playas y algunos pueblos del interior, y luego iré a Savai'i, donde haré lo mismo. El mini-bus del Hotel Aggie Grey, un icono en Apia ( fundado como club en 1942), de 4 estrellas, hace de enlace entre el aeropuerto y la capital, por 20Talas p/p (1e= 3,41T), ya que aquí tampoco llega el servicio de guaguas. Me quedo en el Motel Tatiana, muy cerca de la Estación principal de Bus (que por cierto, estos carritos de madera están fluorescentemente pintados, tienen techos de aluminio, el interior todo de madera como las embarcaciones, los asientos de tiras de madera dura, durísima, y una música a todo volumen, probablemente para que nadie se quede dormido), el Maketi Fou (mercado) y de toda la zona comercial principal.
En 4 días he recorrido casi toda Apia, que es algo grande y bastante bulliciosa. Me recuerda "algo" a Suva ( Fiji). Aún quedan construcciones de 1900, que se mezclan con muy poco gusto con las nuevas edificaciones. Aunque muy pocos turistas responden entusiasmadamente a pasar varios días en la capital, a mí me encanta, pues la vida en la calle es muy movida: los dos mercados, las dos estaciones de guaguas, los bares y clubs llenos de sedientos clientes ante tanto calor, sobre todo al atardecer, y las diferentes músicas que provienen de las guaguas que pasan tan llenas de gente, que muchas veces parece que se van a salir por las ventanas de madera. Aunque es una aglomeración de pequeños poblados, la avenida principal, Beach street, se extiende hacia el este, siguiendo la curva de la bahía hasta el muelle, entre bares de copas y comidas, edificios del gobierno y comerciales, llegando hasta la Reserva Marina de Palolo, un santuario con cantidad de vida marina. Y hacia el oeste hasta la península de Mulinu'u, donde se encuentran muchísimos viejos monumentos y memoriales, bastante deteriorados, entre pinos, palmeras y variada vegetación, hotelitos, bares y clubs deportivos donde se puede tomar unas cervecillas con vista a la ciudad y al mar.
Uno de los días, cuando paseaba por la avenida coincidí con un baile tradicional samoano, organizado para unos turistas que viajaban en un ferry, en la trasera de la casita de madera de Turismo, bajo un enorme Fale ( casa tradicional samoana, rectangular, con techo de hojas de palma, sin paredes, mantenida por grandes poste de madera, por lo que la vida se desarrolla dentro, a la vista de todos). También, aprovechando que los martes el bar-restaurante Laumei Faiaga hace un Fiafia (buffet + baile tradicional, por 55T) me puse hasta el culo de Oka (pescado en leche de coco), Pu'ua (cerdo asado), Palusami (hojas de Taro con leche de coco), Fai'ai valu-valu (medio coco relleno de taro, coco rayado y pollo, y leche también de coco), mejillones dulces, Taro, Tapioca y algo más.
A diferencia de Cook, Fiji o Tonga, en Samoa se baila con un pareo o Lavalava que cubre todo el cuerpo de la mujer. Los hombres con uno corto a pecho descubierto. En muchos bailes ellas apenas mueven el cuerpo, siendo las manos las que transmiten toda la información mediante coordinados movimientos muy lentos. Ellos realizan parecidos movimientos polinesios con bailes más rápidos y golpes con las manos en pecho, rodillas y tobillos. Detrás, guitarras y troncos de madera hueco ( a veces usan alguna lata grande) ejecutan la música mientras que predomina el coro de voces masculinos con ciertos gritos "de guerra" cuando bailan, sobre todo, el Sivatao ( baile de guerra). El baile concluye con la danza Siva, un lento movimiento de cuerpo, manos y piernas que normalmente lo realiza la más guapa del grupo, y en los poblados una Taupou ( hija virgen) del Matai ( jefe), vestida con un traje de Siapo ( Tapa, más fino), elaboradamente decorado, y enseñando con sensualidad sus tatuajes, a veces untada con aceite de coco.
Antes de la llegada de los misioneros, según los primeros navegantes de la época, los bailes eran realizado por "...Venus de tersa piel con falda de hierbas y nada más!". Pero ahora, encontrar una samoana con un cuerpo medianamente estilizado es bastante difícil. Muchas están tan gordas hasta deformar cabeza y cara. Si en Islas Cook encontré gente extremadamente gruesa, aquí la cosa está mucho peor. Sin embargo, los hombres debido al trabajo, son algo más delgados, pero sigue habiendo gran cantidad de obesos en esta isla. Un claro ejemplo sucede con los niños, que son muy guapos de pequeños, con rasgos asiáticos, al igual que las niñas, pero ellas a partir de los 7 a 10 años empiezan a engordar rápidamente.
22 de febrero de 2008
15 de febrero de 2008
De Campo y Playa
13/2 - El martes 12 tenía programado un salto en ferry a Eua, una isla al sur-este de Tongatapu, y nuevamente surge ese inconveniente, de nula fiabilidad en todo tipo de transporte, en Tonga: se anula la salida.
Hay dos ferries que unen Eua y Nuku'alofa, en dos horas, y la mayoría de las veces casi a la misma hora. Pero ese dia ninguno salió. Perdido un dia programado en la isla, por lo tanto, el miércoles, viajé con Lili, la hermana de Michelle, la propietaria de Misa's Guest house, donde me estoy quedando últimamente, ya que se unió a mi aventura. Aunque ella no es una "trepadora de montaña", aprovechó que estaba de vacaciones, pues está viviendo con sus padres y trabajando en Sidney, y se vino unas semanas, y por segunda vez, a su país de origen, para venirse a caminar durante un dia los montes de esta preciosa isla.
El hospedaje en Eua consiste en unos pocos hostales llevados por familias. Para los que les gusta "treckear", es uno de los mejores lugares del pacífico, con bosques donde los pájaros y la flora tropical abunda por toda la montaña. Con un pequeño Parque Nacional, acantilados de hasta 300mt sobre el mar, cuevas y caídas de agua con piscinas naturales.
A nuestra llegada, a Ohonua, la capital, nos tenía que recoger del muelle Susan, la propietaria del hostal del mismo nombre, pero nuevamente la inconstancia tongana, nos hace esperarla algo más de media hora, sin aparecer. Dos dias antes había reservado una habitación en su casa, y ella se comprometió a recogerme, como es costumbre, y llevarme a Futu, el pueblo donde se encuentra situado su hospedaje. El dueño del Highligth G.H., con el que coincidimos en el mismo ferry se ofreció llevarnos a su hostal con el 4x4 "que había venido a recogerlo". Ya de paso, y ante la falta de consideración por parte de Susan, decidimos quedarnos con él, en agradecimiento.
Allí se estaba quedando en una de las cuatro habitaciones una tongana desde hacía varios dias, pero la casa estaba tan sucia, desordenada, y alejada del mercadillo y de los Fale Koloa ( tienditas de víveres), que no tuvimos mas remedio que decirle que lo sentíamos, pero que en esa situación no nos quedábamos. Lo comprendió y amablemente se ofreció llevarnos al Susan G.H., y en el trayecto nos cruzamos con ella. Se había despistado. Es decir, de nuevo el "Tongan Time".
Aunque la casa de Susan dispone de ocho habitaciones, una gran sala de estar, un patio con vista al jardín, la limpieza tampoco es corriente en este lugar. La tiene muy mal cuidada. Cantidad de cucarachas pasean alegremente por el pasillo y duchas. De acuerdo, que la casa está rodeada de un amplio jardín, pero ella no mira por sus huéspedes. Son animalitos muy comunes en la vida de los tonganos, y están ahí por la poca limpieza. La cocina da pena, completamente deteriorada, con platos sucios del día anterior, una nevera que no cierra, y suele tener "visitas" de vez en cuando, pero todo esto a ella no le importa. Como a la mayoría de los tonganos.
Esa misma tarde, con un fuerte solajero, Lili y yo bajamos caminando hasta el muelle haciendo un reconocimiento de los pueblitos de los alrededores, mercados y tienditas de víveres, mientras tomábamos algunas fotos simpáticas. A la vuelta, unos nativos con una ranchera nos invitaron a subir atrás y llevarnos de vuelta: amabilidad tongana. Nos ahorramos 2km, ...más energía para el gran pateo por el interior de la isla, a la mañana siguiente.
Todos los dias, a las 8:30 pasa un minibus que recorre la única carretera de norte a sur, y que llega hasta Houma, con los niños del colegio. Pero lo perdimos.
Desde allí teníamos planeado empezar el pateo por un empedrado camino hacia las ruinas del Palacio de Anokula. Y gracias nuevamente a la amabilidad local, cuando caminábamos desde el hostal, otra ranchera que llevaba trabajadores de campo hacia el punto más al norte de la isla, nos alcanzó hasta donde ellos creían que era aquel palacio. Pero no fue así. Estábamos en medio de ningún lugar, rodeados de espesa vegetación a un lado y los riscos de la zona oeste al otro. Y ahí empezó la aventura.
Varios intentos fallidos a través de caminos que sólo llevaban a plantaciones de Taro, hasta que finalmente enlazamos con el que creíamos correcto, aunque no sabíamos exactamente en que lugar nos encontrábamos!. Atravesamos varios trechos de bosques, diversas plantaciones de pinos, papayeros, bananeros, altísimos acantilados con unas espectaculares vista sobre el océano, y largos paisajes de extensa flora y fauna. Pudimos ver volar sobre nosotros loros autóctonos verdes y rojos, grupos de Tavakes ( pequeña ave de larga y fina cola), Fragatas y los enormes murciélagos que aquí anidan. Perdimos el camino varias veces, al igual que una cueva que queríamos visitar, casi suspendida entre el risco, y gracias a algunos agricultores de la zona que se encontraban trabajando, pudimos llegar hasta el pequeño Parque Nacional. Luego de atravesar una parte de camino completamente inundada, el barro nos llegaba hasta las rodillas, coincidimos con una pareja de ingleses que venían de otro camino. Juntos descendimos por destrozados caminos como consecuencia de las fuertes lluvias que últimamente ha habido, hasta el punto de encuentro que tenían planificado ser recogidos por un 4x4 del Hideaway G.H.. Nos invitaron a conocerlo. Y aprovechamos. Terminamos con unas Ikales, la cerveza local, y bañándonos en la laguna que hay delante del mismo hasta la caída del sol. De vuelta cogimos unas bandejas "para llevar" de BBQ: Pollo a la barbacoa local, con Taro.
Al día siguiente Lili tuvo que coger un pequeño avión de vuelta porque nuevamente volvieron a fallar los dos barcos que conectan las islas. Yo aproveché para conocer un poco más los alrededores.
16/2 - La vuelta en barco, esta vez no me fallaron, fue más rápido que la ida. Una hora y media con viento de popa y muy poco oleaje. Tras llegar a Nuku' un ligero desayuno en el mercado de Talamahu, llamada telefónica al Ha'atafu Beach Resort para preguntar por disponibilidad de alguna cabaña, pero estaban ocupadas por un grupo de australianos de vacaciones, y otra llamada al Otuhaka Beach Resort que me confirmaron la disponibilidad.
Bus, pues, desde la estación hasta la playa de Ha'atafu, donde se encuentran varios Resorts con cabañas frente a las mejores olas de Tonga. No es un lugar de olas constantes, y pueden pasar muchas semanas sin entrar olas, a la espera de que suba la fuerza del mar.
Otuhaka cuesta ahora 75$ pa'anga, la noche. Me cobraron 60$, porque el mes pasado los había visitado y me dijeron este precio. Se compone de 5 cabañas de madera con cama doble y mosquitero, baños y duchas en el exterior, a compartir, ocho bungalows, un gran Fale abierto con mesas para comer en medio del gran jardín ( donde se puede pedir a la carta), unos sillones para descansar, mesa de billar, de pingpong, una red de volley, pequeños troncos de cocoteros para sentarse y sillas-hamacas de madera bajo los pinos de mar en la orilla de la playa.
Por la noche, la suave iluminación del comedor, la música de fondo y el sonido de las pequeñas olas rompiendo en la orilla hacen del lugar un lujazo a buen precio. Una línea de playa con unos 2km de arena de coral, pinos y cocoteros que llegan al mar, donde se juntan con la barra coralina que llega hasta los 100mt mar adentro. Y ahí rompen las olas. Muchas. Picos con brazos de hasta 30 ó 40mt, izquierdas, derechas, y picos que sólo rompen para ser bajados en el aire. Apenas 15 turistas, 4 dias de sol y olas que llegaron hasta metro y medio, el día más grande. A veces con buen viento. Pero solo 3 surferos, y nadie tenía tabla para prestar o alquilar, sólo un bodyboard mach 7-7 , de los de aquellos años atrás, todo destrozado y otro infantil de goma que tenía el resort para niños, que no tuve mas remedio que alquilar. Y he de admitir que no se pasa tan mal.
La inconstancia de las olas hace que Tonga no sea un lugar de principal destino. Tan sólo americanos con destino a N.Z. o lo contrario, neozelandeses destino America, aprovechando que Air New Zealand hace escalas en Tonga y Samoa cada semana, aprovechan si coincide con fuerza de mar para surfear esta zona, que aunque las olas no son de calidad internacional, si las condiciones de viento y fuerza se dan, rompen buenas olas.
Cuando baja la marea apenas se puede nadar, por la poca profundidad que queda en la laguna. Aguas transparentes y corales, con algunas zonas muertas, y otras de muchos colores. Al final de la playa se encuentra una zona protegida con una pequeña laguna y gran vida marina.
Y hasta aquí mi viaje por el Archipielago de Tonga.
Mi próximo destino... SAMOA
Hay dos ferries que unen Eua y Nuku'alofa, en dos horas, y la mayoría de las veces casi a la misma hora. Pero ese dia ninguno salió. Perdido un dia programado en la isla, por lo tanto, el miércoles, viajé con Lili, la hermana de Michelle, la propietaria de Misa's Guest house, donde me estoy quedando últimamente, ya que se unió a mi aventura. Aunque ella no es una "trepadora de montaña", aprovechó que estaba de vacaciones, pues está viviendo con sus padres y trabajando en Sidney, y se vino unas semanas, y por segunda vez, a su país de origen, para venirse a caminar durante un dia los montes de esta preciosa isla.
El hospedaje en Eua consiste en unos pocos hostales llevados por familias. Para los que les gusta "treckear", es uno de los mejores lugares del pacífico, con bosques donde los pájaros y la flora tropical abunda por toda la montaña. Con un pequeño Parque Nacional, acantilados de hasta 300mt sobre el mar, cuevas y caídas de agua con piscinas naturales.
A nuestra llegada, a Ohonua, la capital, nos tenía que recoger del muelle Susan, la propietaria del hostal del mismo nombre, pero nuevamente la inconstancia tongana, nos hace esperarla algo más de media hora, sin aparecer. Dos dias antes había reservado una habitación en su casa, y ella se comprometió a recogerme, como es costumbre, y llevarme a Futu, el pueblo donde se encuentra situado su hospedaje. El dueño del Highligth G.H., con el que coincidimos en el mismo ferry se ofreció llevarnos a su hostal con el 4x4 "que había venido a recogerlo". Ya de paso, y ante la falta de consideración por parte de Susan, decidimos quedarnos con él, en agradecimiento.
Allí se estaba quedando en una de las cuatro habitaciones una tongana desde hacía varios dias, pero la casa estaba tan sucia, desordenada, y alejada del mercadillo y de los Fale Koloa ( tienditas de víveres), que no tuvimos mas remedio que decirle que lo sentíamos, pero que en esa situación no nos quedábamos. Lo comprendió y amablemente se ofreció llevarnos al Susan G.H., y en el trayecto nos cruzamos con ella. Se había despistado. Es decir, de nuevo el "Tongan Time".
Aunque la casa de Susan dispone de ocho habitaciones, una gran sala de estar, un patio con vista al jardín, la limpieza tampoco es corriente en este lugar. La tiene muy mal cuidada. Cantidad de cucarachas pasean alegremente por el pasillo y duchas. De acuerdo, que la casa está rodeada de un amplio jardín, pero ella no mira por sus huéspedes. Son animalitos muy comunes en la vida de los tonganos, y están ahí por la poca limpieza. La cocina da pena, completamente deteriorada, con platos sucios del día anterior, una nevera que no cierra, y suele tener "visitas" de vez en cuando, pero todo esto a ella no le importa. Como a la mayoría de los tonganos.
Esa misma tarde, con un fuerte solajero, Lili y yo bajamos caminando hasta el muelle haciendo un reconocimiento de los pueblitos de los alrededores, mercados y tienditas de víveres, mientras tomábamos algunas fotos simpáticas. A la vuelta, unos nativos con una ranchera nos invitaron a subir atrás y llevarnos de vuelta: amabilidad tongana. Nos ahorramos 2km, ...más energía para el gran pateo por el interior de la isla, a la mañana siguiente.
Todos los dias, a las 8:30 pasa un minibus que recorre la única carretera de norte a sur, y que llega hasta Houma, con los niños del colegio. Pero lo perdimos.
Desde allí teníamos planeado empezar el pateo por un empedrado camino hacia las ruinas del Palacio de Anokula. Y gracias nuevamente a la amabilidad local, cuando caminábamos desde el hostal, otra ranchera que llevaba trabajadores de campo hacia el punto más al norte de la isla, nos alcanzó hasta donde ellos creían que era aquel palacio. Pero no fue así. Estábamos en medio de ningún lugar, rodeados de espesa vegetación a un lado y los riscos de la zona oeste al otro. Y ahí empezó la aventura.
Varios intentos fallidos a través de caminos que sólo llevaban a plantaciones de Taro, hasta que finalmente enlazamos con el que creíamos correcto, aunque no sabíamos exactamente en que lugar nos encontrábamos!. Atravesamos varios trechos de bosques, diversas plantaciones de pinos, papayeros, bananeros, altísimos acantilados con unas espectaculares vista sobre el océano, y largos paisajes de extensa flora y fauna. Pudimos ver volar sobre nosotros loros autóctonos verdes y rojos, grupos de Tavakes ( pequeña ave de larga y fina cola), Fragatas y los enormes murciélagos que aquí anidan. Perdimos el camino varias veces, al igual que una cueva que queríamos visitar, casi suspendida entre el risco, y gracias a algunos agricultores de la zona que se encontraban trabajando, pudimos llegar hasta el pequeño Parque Nacional. Luego de atravesar una parte de camino completamente inundada, el barro nos llegaba hasta las rodillas, coincidimos con una pareja de ingleses que venían de otro camino. Juntos descendimos por destrozados caminos como consecuencia de las fuertes lluvias que últimamente ha habido, hasta el punto de encuentro que tenían planificado ser recogidos por un 4x4 del Hideaway G.H.. Nos invitaron a conocerlo. Y aprovechamos. Terminamos con unas Ikales, la cerveza local, y bañándonos en la laguna que hay delante del mismo hasta la caída del sol. De vuelta cogimos unas bandejas "para llevar" de BBQ: Pollo a la barbacoa local, con Taro.
Al día siguiente Lili tuvo que coger un pequeño avión de vuelta porque nuevamente volvieron a fallar los dos barcos que conectan las islas. Yo aproveché para conocer un poco más los alrededores.
16/2 - La vuelta en barco, esta vez no me fallaron, fue más rápido que la ida. Una hora y media con viento de popa y muy poco oleaje. Tras llegar a Nuku' un ligero desayuno en el mercado de Talamahu, llamada telefónica al Ha'atafu Beach Resort para preguntar por disponibilidad de alguna cabaña, pero estaban ocupadas por un grupo de australianos de vacaciones, y otra llamada al Otuhaka Beach Resort que me confirmaron la disponibilidad.
Bus, pues, desde la estación hasta la playa de Ha'atafu, donde se encuentran varios Resorts con cabañas frente a las mejores olas de Tonga. No es un lugar de olas constantes, y pueden pasar muchas semanas sin entrar olas, a la espera de que suba la fuerza del mar.
Otuhaka cuesta ahora 75$ pa'anga, la noche. Me cobraron 60$, porque el mes pasado los había visitado y me dijeron este precio. Se compone de 5 cabañas de madera con cama doble y mosquitero, baños y duchas en el exterior, a compartir, ocho bungalows, un gran Fale abierto con mesas para comer en medio del gran jardín ( donde se puede pedir a la carta), unos sillones para descansar, mesa de billar, de pingpong, una red de volley, pequeños troncos de cocoteros para sentarse y sillas-hamacas de madera bajo los pinos de mar en la orilla de la playa.
Por la noche, la suave iluminación del comedor, la música de fondo y el sonido de las pequeñas olas rompiendo en la orilla hacen del lugar un lujazo a buen precio. Una línea de playa con unos 2km de arena de coral, pinos y cocoteros que llegan al mar, donde se juntan con la barra coralina que llega hasta los 100mt mar adentro. Y ahí rompen las olas. Muchas. Picos con brazos de hasta 30 ó 40mt, izquierdas, derechas, y picos que sólo rompen para ser bajados en el aire. Apenas 15 turistas, 4 dias de sol y olas que llegaron hasta metro y medio, el día más grande. A veces con buen viento. Pero solo 3 surferos, y nadie tenía tabla para prestar o alquilar, sólo un bodyboard mach 7-7 , de los de aquellos años atrás, todo destrozado y otro infantil de goma que tenía el resort para niños, que no tuve mas remedio que alquilar. Y he de admitir que no se pasa tan mal.
La inconstancia de las olas hace que Tonga no sea un lugar de principal destino. Tan sólo americanos con destino a N.Z. o lo contrario, neozelandeses destino America, aprovechando que Air New Zealand hace escalas en Tonga y Samoa cada semana, aprovechan si coincide con fuerza de mar para surfear esta zona, que aunque las olas no son de calidad internacional, si las condiciones de viento y fuerza se dan, rompen buenas olas.
Cuando baja la marea apenas se puede nadar, por la poca profundidad que queda en la laguna. Aguas transparentes y corales, con algunas zonas muertas, y otras de muchos colores. Al final de la playa se encuentra una zona protegida con una pequeña laguna y gran vida marina.
Y hasta aquí mi viaje por el Archipielago de Tonga.
Mi próximo destino... SAMOA
9 de febrero de 2008
En una isla casi desierta
2/2 - El sábado, una pequeña embarcación local me lleva al Resort Capitan Cook, situado en la cara oeste de la pequeña isla Uoleva, a 30 minutos de Pangai, con un mar bastante tranquilo y una fuerte lluvia que caía. Ahí vive Soni y su mujer María, un matrimonio que lleva el negocio, subsisten de lo que tienen plantado, y ganan atendiendo a los pocos turistas que vienen aquí a quedarse algunos días, disfrutando de sus solitarias playas. Se compone de 5 cabañas de madera, con 2 camas y mosquiteros. No hay electricidad. Usamos lámparas de keroseno al anochecer. El agua que se consume es la recogida de la lluvia. Hay un comedor-cocina que se puede usar para hacer las comidas, si se quiere, por cinco pa'angas. Cuesta 25$ pa'anga la cama, y las comidas entre 7 y 15$. Está situado a pocos metros de una enorme línea de playa, de casi 1km, entre gran cantidad de pinos marinos, cocoteros y mucha arboleda, que hacen del lugar un privilegio, a muy buen precio.
El mismo día que llegué aprovechando que estaba nublado, y ya no llovía, di la vuelta a la isla con marea baja, en casi 3 horas. Mogollón de calitas solitarias, playitas de arena blanca y vegetación hasta el mar, palmeras tan tumbadas que casi se pueden coger con las manos, y de un salto, los cocos que de ellas cuelgan. Sólo habitan los cerdos y las vacas que algunos vecinos de la isla Lifuka, aprovechando que con la marea baja se forma un pasadizo de arena y coral, muy de vez en cuando cruzan y controlan. Y también una gran colonia de murciélagos que se alimentan de frutas. En la cara suroeste hay varios arrecifes coralinos a varios metros de profundidad y bastante vida marina. He pasado tres días de relax, con el único ruido de las olas al romper en la orilla, aprovechando para preparar mi próximo viaje a Samoa.
El domingo hicieron un "Umu" para mi, con Tapioca, Fruto del Pan ( una fruta que cuelga del árbol del mismo nombre, y con una textura muy parecida al Taro), Cordero y Carne de rés de lata enrollados en hojas de Taro, con leche de coco y envueltos en papel de aluminio, y Taro rallado mezclado con leche de coco dentro de saquitos hechos de hojas verdes, y también en medias cáscaras de cocos, e introducido como es habitual por los habitantes del Pacífico en un agujero de casi una palma de profundidad por un metro de ancho, donde previamente se han quemado piedras, y mantienen un gran calor. Sóni lo tapó todo con grandes hojas verdes y bolsas de 50Kg, de las de azúcar, vacías, y una capa fina de arena. A la hora ya estaba todo dispuesto para el gran banquete, con un delicioso sabor, olor, y sin productos tóxicos procedente de la quema de maderas, por ejemplo.
A unos 100mt se encuentra el Resort Daiana, con 10 cabañas muy mal cuidadas en un entorno muy sucio y amplio debido a la cantidad de palmeras que han sido taladas para tener más espacio. Ahora lo lleva la hija del propietario junto a su marido, ya que su padre está en prisión por haber disparado con una escopeta a alguien que estaba en sus terrenos supuestamente molestándolo, y presumiblemente mandado por Soni, ya que la competencia entre ellos es feroz. Hasta tal punto, que las familias se llevan "a muerte", y la calidad de los dos lugares a descendido enormemente. No menos ocurre en el Capitán Cook, donde la basura se amontona en diferentes lugares de la parte trasera de la cabaña de la cocina, entre muchos cerdos y gallinas. Y es que el tongano, en general, jamás ha cuidado de su tierra ni de su entorno. Es muy normal ver las "trastiendas" de sus casas llenas de porquerías que los cerdos no se han comido.
De vez en cuando, Soni saca su destartalada escopeta y se va a la caza del cerdo salvaje, que al igual que muchas gallinas salvajes han escapado de sus propietarios y ahora campan libremente por el interior de la isla, que podrá tener unos 4.000m2. La sorpresa la llevé al encontrar a la japonesa que viajó conmigo desde Fiji en el resort Daiana. Llevaba dos semanas viviendo ahí, pintando y se quedaba otra semana más.
De nuevo en Lifuka y quedándome los últimos dos días para coger el barco a Nuku'alofa, alquilé una bicicleta y recorrí toda la isla. Crucé a la isla de Foa, por un camino hecho de piedras, coral y arena, y estuve nadando entre los corales que hay al norte. Esta isla es conocida por sus aguas claras y diversidad de corales y peces de colores. También estuve en un funeral y pude comprobar de que manera lo vive esta gente, pues se gastaron una gran cantidad de dinero en la celebración del duelo, entre comidas para todos los conocidos, que son casi las dos islas de Lifuka y Foa, y de otras islas de los alrededores.
Los funerales tienen un enorme significado cultural en Tonga. Al contrario que en la sociedad occidental, es un hecho aceptado y conlleva un alto penoso y ritualizado proceso. Algunas mujeres llegan a cortarse el pelo, y los hombres dejan crecer la barba. Duran hasta dos semanas, y requieren una elaborada preparación. Durante varias semanas los más allegados al difunto han de vestir de riguroso negro, y estar enrollados en un gran Tapa. Y el más inmediato miembro de la familia vestirlo de los a pies a casi tapar la boca. Es un suplicio verlos pasar calor allá donde van, ya sea al mercado, a misa o de visita, pues siempre lo han de llevar como respeto al difunto. Luego en casa se lo quitan... Largas colas de gente se amontona en la puerta de la casa con sus respectivos regalos, ya sea Tapa (Ngatu), Alfombras (Fala), Colchas para adornar las tumbas en el cementerio, o algunos alimentos, para la familia, por lo que se les otorga el derecho de poder besar al fallecido. Mayores y menores lo hacen de una forma muy natural, como saludo de despedida. La familia llega a gastar miles de dólares pa'anga en servicios de comidas, regalos e incluso en la grabación del sepelio para los familiares que se encuentran fuera del país.
Los cementerios, al borde muchas veces de la carretera, suele ser un solar de la familia, y contienen trabajos de una extrema creatividad y dedicación inimaginable. Colchas multicolores, adornos con botellas, flores de plástico, fotos del difunto o pinturas de Jesucristo. Una alegre manera de recordarlo. Y que los demás también lo vean.
El mismo día que llegué aprovechando que estaba nublado, y ya no llovía, di la vuelta a la isla con marea baja, en casi 3 horas. Mogollón de calitas solitarias, playitas de arena blanca y vegetación hasta el mar, palmeras tan tumbadas que casi se pueden coger con las manos, y de un salto, los cocos que de ellas cuelgan. Sólo habitan los cerdos y las vacas que algunos vecinos de la isla Lifuka, aprovechando que con la marea baja se forma un pasadizo de arena y coral, muy de vez en cuando cruzan y controlan. Y también una gran colonia de murciélagos que se alimentan de frutas. En la cara suroeste hay varios arrecifes coralinos a varios metros de profundidad y bastante vida marina. He pasado tres días de relax, con el único ruido de las olas al romper en la orilla, aprovechando para preparar mi próximo viaje a Samoa.
El domingo hicieron un "Umu" para mi, con Tapioca, Fruto del Pan ( una fruta que cuelga del árbol del mismo nombre, y con una textura muy parecida al Taro), Cordero y Carne de rés de lata enrollados en hojas de Taro, con leche de coco y envueltos en papel de aluminio, y Taro rallado mezclado con leche de coco dentro de saquitos hechos de hojas verdes, y también en medias cáscaras de cocos, e introducido como es habitual por los habitantes del Pacífico en un agujero de casi una palma de profundidad por un metro de ancho, donde previamente se han quemado piedras, y mantienen un gran calor. Sóni lo tapó todo con grandes hojas verdes y bolsas de 50Kg, de las de azúcar, vacías, y una capa fina de arena. A la hora ya estaba todo dispuesto para el gran banquete, con un delicioso sabor, olor, y sin productos tóxicos procedente de la quema de maderas, por ejemplo.
A unos 100mt se encuentra el Resort Daiana, con 10 cabañas muy mal cuidadas en un entorno muy sucio y amplio debido a la cantidad de palmeras que han sido taladas para tener más espacio. Ahora lo lleva la hija del propietario junto a su marido, ya que su padre está en prisión por haber disparado con una escopeta a alguien que estaba en sus terrenos supuestamente molestándolo, y presumiblemente mandado por Soni, ya que la competencia entre ellos es feroz. Hasta tal punto, que las familias se llevan "a muerte", y la calidad de los dos lugares a descendido enormemente. No menos ocurre en el Capitán Cook, donde la basura se amontona en diferentes lugares de la parte trasera de la cabaña de la cocina, entre muchos cerdos y gallinas. Y es que el tongano, en general, jamás ha cuidado de su tierra ni de su entorno. Es muy normal ver las "trastiendas" de sus casas llenas de porquerías que los cerdos no se han comido.
De vez en cuando, Soni saca su destartalada escopeta y se va a la caza del cerdo salvaje, que al igual que muchas gallinas salvajes han escapado de sus propietarios y ahora campan libremente por el interior de la isla, que podrá tener unos 4.000m2. La sorpresa la llevé al encontrar a la japonesa que viajó conmigo desde Fiji en el resort Daiana. Llevaba dos semanas viviendo ahí, pintando y se quedaba otra semana más.
De nuevo en Lifuka y quedándome los últimos dos días para coger el barco a Nuku'alofa, alquilé una bicicleta y recorrí toda la isla. Crucé a la isla de Foa, por un camino hecho de piedras, coral y arena, y estuve nadando entre los corales que hay al norte. Esta isla es conocida por sus aguas claras y diversidad de corales y peces de colores. También estuve en un funeral y pude comprobar de que manera lo vive esta gente, pues se gastaron una gran cantidad de dinero en la celebración del duelo, entre comidas para todos los conocidos, que son casi las dos islas de Lifuka y Foa, y de otras islas de los alrededores.
Los funerales tienen un enorme significado cultural en Tonga. Al contrario que en la sociedad occidental, es un hecho aceptado y conlleva un alto penoso y ritualizado proceso. Algunas mujeres llegan a cortarse el pelo, y los hombres dejan crecer la barba. Duran hasta dos semanas, y requieren una elaborada preparación. Durante varias semanas los más allegados al difunto han de vestir de riguroso negro, y estar enrollados en un gran Tapa. Y el más inmediato miembro de la familia vestirlo de los a pies a casi tapar la boca. Es un suplicio verlos pasar calor allá donde van, ya sea al mercado, a misa o de visita, pues siempre lo han de llevar como respeto al difunto. Luego en casa se lo quitan... Largas colas de gente se amontona en la puerta de la casa con sus respectivos regalos, ya sea Tapa (Ngatu), Alfombras (Fala), Colchas para adornar las tumbas en el cementerio, o algunos alimentos, para la familia, por lo que se les otorga el derecho de poder besar al fallecido. Mayores y menores lo hacen de una forma muy natural, como saludo de despedida. La familia llega a gastar miles de dólares pa'anga en servicios de comidas, regalos e incluso en la grabación del sepelio para los familiares que se encuentran fuera del país.
Los cementerios, al borde muchas veces de la carretera, suele ser un solar de la familia, y contienen trabajos de una extrema creatividad y dedicación inimaginable. Colchas multicolores, adornos con botellas, flores de plástico, fotos del difunto o pinturas de Jesucristo. Una alegre manera de recordarlo. Y que los demás también lo vean.
9/2 - La vuelta a Tongatapu, el jueves, no fue nada buena. De nuevo el rumbriento barco Pulupaki. Casi 11h de interminable balanceo debido a las enormes olas producidas por la tormenta que entró, vaya, que casualidad, ese mismo día. Si me quejaba la otra vez porque los paisanos se cogen los sillones para dormir, esta vez la suerte me acompañó. La señora que estaba con su hijo junto a mí no aguantó tanto movimiento y fueron a tumbarse en sus alfombras. Biieenn para mí. Todos los sillones me sirvieron de perfecta cama anti-vómito!!
Y de nuevo en Nuku'alofa. Pasaré el fin de semana aquí para el martes volver a salir en barco, si el tiempo lo permite, hacia la isla Eua, la más montañosa, y hacer varias rutas.
Ayer visité la zona surfera de Ha'atafu, pero el viento que hay no permite que las olas rompan en buenas condiciones. Mientras caminaba hacia otra de las playas, sorprendentemente, me encontré con mis amigos italianos que iban en coche alquilado y se están quedando varios días en la capital para luego marchar a Australia. Y es que éste país es tan pequeño, y somos tan pocos los guiris que viajamos por aquí...
5 de febrero de 2008
Grupo de islas Ha'apai. Vuelta atras en un rumbriento barco
1/2 - A las 4 de la tarde, osea "las 19:30 hora tongana", el MV Pulupaki operado por la compañía Uata Shipping Line, que hace la ruta Nuku'alofa-Ha'apai-Vava'u-Ha'apai-Nuku'alofa sale del muelle de Neiafu dirección a la isla Lifuka del grupo Ha'apai, algo más al sur, mi siguiente destino. Un vetusto barco completamente oxidado, y que junto al MV Olovaha, en las mismas condiciones, que es más barato y más lento hacen la misma ruta. Como en los trenes de India, muchos pasajeros intentaban colar sus bolsos y maletas a través de algún tripulante para "coger sitio", o en los pocos sillones que hay en una de las cuatro habitaciones que dispone el barco para el pasaje. Las otras tres no tienen sillones. Están así dispuestas para que con sus propias alfombras de Tapa los pasajeros puedan sentarte o tumbarse en el suelo durante el trayecto. Otros muy hábilmente han ocupado los cuatro sillones que hay por fila con bolsos y cajas para más tarde poderse acostar plácidamente. Nadie protesta. Nadie los increpa. Es otra de la "Tongan Rules"(Normas de Tonga).
Un trayecto de 6 horas que fue bastante tranquilo, a excepción de la música que de vez en cuando un sordeta capitán ponía a un volumen atronador y no dejaba a nadie dormir. Lo peor fue cuando lo volvió a hacer a la 1 de la madrugada, cuando todos dormían como podían. La gente se giraba a otro lado de sus asientos o del suelo, pero nadie se quejaba. Bueno, sí, un señor hindú sentado delante de mi, que conocí en su tiendita de comida al curry para llevar junto al mercado de Neiafu, y que se dirigía a Nuku'alofa a visitar a su familia junto a su mujer. Me miraba y encogía hombros. Entendí su mensaje. Es otra de las "Tongan Rules". Gracias que solo fueron dos canciones. Y el silencio volvió de nuevo. A las 2 ya se empezaban a ver las luces de Lifuka. 45 minutos más tarde atracábamos en el puerto de Pangai, la capital. Algunos pasajeros esperaban en el pequeño muelle para subir con destino la gran capital.
Recorriendo a oscuras las pocas calles de este pueblo llegué hasta el Hostal Fifita, que se encuentra muy cerca del muelle. Un pequeño establecimiento familiar con dos edificios de madera y cemento, la de la familia y otra con 10 habitaciones dobles que alquilan por 40$, o 30$ una sola cama, desayuno incluido. Tiene cocina de libre uso y baños a compartir.
Ha'apai ha sido siempre el tipo de paraíso que atrae a mochileros buscando su belleza natural. Un lugar con muy poca actividad, salvo en verano con el paso de las ballenas, siendo un perfecto lugar para observarlas, al igual que el grupo de islas de Vava'u, pero donde se aprende mucho sobre el estilo local de vida. Las casas están separadas entre ellas por extensos jardines muy mal cuidados donde los cerdos campan a sus anchas. Aquí también todos tienen sus cochinos, que son muy bien atendidos y mimados. No los venden en los mercados, sino en sus propias casas. Y son bastante caros, para la mierda que comen. La parte trasera de las casas es utilizada para tirar toda la basura. Y es ahí donde lo comen todo. Lo plástico, metálico e incomibles se quema al atardecer. Ver extensas cortinas de humo por las calles es muy frecuente. En Lifuka vive muy poca gente. Lo más que se ve son niños vestidos de uniforme dirigiéndose o volviendo de la escuela. O en mi caso, que he coincidido con varios entierros, y el constante movimiento de gente vestida de negro y ta'ovala sobre rancheras yendo de un lado a otro. Toda la vida se hace dentro del perímetro de la casa.
En el mercado, que está junto al muelle, no hay nada. Nada de nada. Apenas tres puestitos que venden Hojas de Taro (Lu), Tapioca, algunas Zanahorias y algo de ropa. El sábado es el día de más movimiento, pero no más de 50 personas deambulando por los alrededores en rancheras. Se bajan y no compran nada. Aunque hoy hay algo más de Taro y Tapioca. Y también han desplegado telas sobre el suelo donde ropa de segunda mano y nueva es puesta a la venta. El mercado es el centro de reunión. Mientras, en frente, entre los árboles del mal cuidado parque, un grupo de alguna congregacion religiosa canta, a través de altavoces, con música de guitarra y amplificador. Una engalanada señora da la charla acerca de la biblia. Los espectadores, escuchan atentamente desde el mercado. A un lado un puesto, el único, que hace comida para llevar. Por cierto, la peor que he comido en lo que llevo de viaje por el Pacifico sur. Taro sancochado, pollo o cordero asado con una extraña salsa blanca, todo envuelto en papel de aluminio. Lo llaman "Barbacoa". Lo he comido mucho más exquisito en otros lugares. También venden donuts local, hecho bola. A partir de las 2 dejan de hacer barbacoa, por lo que la cena o se lleva a medio día y se guarda en el frigorífico, o se come en el Mariner's Cafe, un pub bastante bullicioso. No importa que solo hayan dos clientes, todos gritan como cerdos cuando se emborrachan, sobre todo unos alemanes que viven por aquí. Regentado por un sudafricano y una polaca que hace dos años lo compraron, ella ya está frita por volverse a su tierra. Tienen una antena para ver los canales del pacífico, y cuando hay partidos buenos de rugby, deporte nacional, se llena de nativos.
Ha estado lloviendo todos los días, por lo que no he podido montar en bici, recorrer la isla y visitar sus paradisíacas playas, así que tendré que probar suerte en la isla Uoleva, donde me recomiendan quedar varios días. Sólo hay dos pequeños Resort donde quedar. Tiene una zona de corales bastante interesante y playas solitarias para perderse entre ellas. La Oficina del Visitante ayuda a encontrar alojamiento mediante una llamada con la emisora de radio.
Un trayecto de 6 horas que fue bastante tranquilo, a excepción de la música que de vez en cuando un sordeta capitán ponía a un volumen atronador y no dejaba a nadie dormir. Lo peor fue cuando lo volvió a hacer a la 1 de la madrugada, cuando todos dormían como podían. La gente se giraba a otro lado de sus asientos o del suelo, pero nadie se quejaba. Bueno, sí, un señor hindú sentado delante de mi, que conocí en su tiendita de comida al curry para llevar junto al mercado de Neiafu, y que se dirigía a Nuku'alofa a visitar a su familia junto a su mujer. Me miraba y encogía hombros. Entendí su mensaje. Es otra de las "Tongan Rules". Gracias que solo fueron dos canciones. Y el silencio volvió de nuevo. A las 2 ya se empezaban a ver las luces de Lifuka. 45 minutos más tarde atracábamos en el puerto de Pangai, la capital. Algunos pasajeros esperaban en el pequeño muelle para subir con destino la gran capital.
Recorriendo a oscuras las pocas calles de este pueblo llegué hasta el Hostal Fifita, que se encuentra muy cerca del muelle. Un pequeño establecimiento familiar con dos edificios de madera y cemento, la de la familia y otra con 10 habitaciones dobles que alquilan por 40$, o 30$ una sola cama, desayuno incluido. Tiene cocina de libre uso y baños a compartir.
Ha'apai ha sido siempre el tipo de paraíso que atrae a mochileros buscando su belleza natural. Un lugar con muy poca actividad, salvo en verano con el paso de las ballenas, siendo un perfecto lugar para observarlas, al igual que el grupo de islas de Vava'u, pero donde se aprende mucho sobre el estilo local de vida. Las casas están separadas entre ellas por extensos jardines muy mal cuidados donde los cerdos campan a sus anchas. Aquí también todos tienen sus cochinos, que son muy bien atendidos y mimados. No los venden en los mercados, sino en sus propias casas. Y son bastante caros, para la mierda que comen. La parte trasera de las casas es utilizada para tirar toda la basura. Y es ahí donde lo comen todo. Lo plástico, metálico e incomibles se quema al atardecer. Ver extensas cortinas de humo por las calles es muy frecuente. En Lifuka vive muy poca gente. Lo más que se ve son niños vestidos de uniforme dirigiéndose o volviendo de la escuela. O en mi caso, que he coincidido con varios entierros, y el constante movimiento de gente vestida de negro y ta'ovala sobre rancheras yendo de un lado a otro. Toda la vida se hace dentro del perímetro de la casa.
En el mercado, que está junto al muelle, no hay nada. Nada de nada. Apenas tres puestitos que venden Hojas de Taro (Lu), Tapioca, algunas Zanahorias y algo de ropa. El sábado es el día de más movimiento, pero no más de 50 personas deambulando por los alrededores en rancheras. Se bajan y no compran nada. Aunque hoy hay algo más de Taro y Tapioca. Y también han desplegado telas sobre el suelo donde ropa de segunda mano y nueva es puesta a la venta. El mercado es el centro de reunión. Mientras, en frente, entre los árboles del mal cuidado parque, un grupo de alguna congregacion religiosa canta, a través de altavoces, con música de guitarra y amplificador. Una engalanada señora da la charla acerca de la biblia. Los espectadores, escuchan atentamente desde el mercado. A un lado un puesto, el único, que hace comida para llevar. Por cierto, la peor que he comido en lo que llevo de viaje por el Pacifico sur. Taro sancochado, pollo o cordero asado con una extraña salsa blanca, todo envuelto en papel de aluminio. Lo llaman "Barbacoa". Lo he comido mucho más exquisito en otros lugares. También venden donuts local, hecho bola. A partir de las 2 dejan de hacer barbacoa, por lo que la cena o se lleva a medio día y se guarda en el frigorífico, o se come en el Mariner's Cafe, un pub bastante bullicioso. No importa que solo hayan dos clientes, todos gritan como cerdos cuando se emborrachan, sobre todo unos alemanes que viven por aquí. Regentado por un sudafricano y una polaca que hace dos años lo compraron, ella ya está frita por volverse a su tierra. Tienen una antena para ver los canales del pacífico, y cuando hay partidos buenos de rugby, deporte nacional, se llena de nativos.
Ha estado lloviendo todos los días, por lo que no he podido montar en bici, recorrer la isla y visitar sus paradisíacas playas, así que tendré que probar suerte en la isla Uoleva, donde me recomiendan quedar varios días. Sólo hay dos pequeños Resort donde quedar. Tiene una zona de corales bastante interesante y playas solitarias para perderse entre ellas. La Oficina del Visitante ayuda a encontrar alojamiento mediante una llamada con la emisora de radio.
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