1/2 - A las 4 de la tarde, osea "las 19:30 hora tongana", el MV Pulupaki operado por la compañía Uata Shipping Line, que hace la ruta Nuku'alofa-Ha'apai-Vava'u-Ha'apai-Nuku'alofa sale del muelle de Neiafu dirección a la isla Lifuka del grupo Ha'apai, algo más al sur, mi siguiente destino. Un vetusto barco completamente oxidado, y que junto al MV Olovaha, en las mismas condiciones, que es más barato y más lento hacen la misma ruta. Como en los trenes de India, muchos pasajeros intentaban colar sus bolsos y maletas a través de algún tripulante para "coger sitio", o en los pocos sillones que hay en una de las cuatro habitaciones que dispone el barco para el pasaje. Las otras tres no tienen sillones. Están así dispuestas para que con sus propias alfombras de Tapa los pasajeros puedan sentarte o tumbarse en el suelo durante el trayecto. Otros muy hábilmente han ocupado los cuatro sillones que hay por fila con bolsos y cajas para más tarde poderse acostar plácidamente. Nadie protesta. Nadie los increpa. Es otra de la "Tongan Rules"(Normas de Tonga).
Un trayecto de 6 horas que fue bastante tranquilo, a excepción de la música que de vez en cuando un sordeta capitán ponía a un volumen atronador y no dejaba a nadie dormir. Lo peor fue cuando lo volvió a hacer a la 1 de la madrugada, cuando todos dormían como podían. La gente se giraba a otro lado de sus asientos o del suelo, pero nadie se quejaba. Bueno, sí, un señor hindú sentado delante de mi, que conocí en su tiendita de comida al curry para llevar junto al mercado de Neiafu, y que se dirigía a Nuku'alofa a visitar a su familia junto a su mujer. Me miraba y encogía hombros. Entendí su mensaje. Es otra de las "Tongan Rules". Gracias que solo fueron dos canciones. Y el silencio volvió de nuevo. A las 2 ya se empezaban a ver las luces de Lifuka. 45 minutos más tarde atracábamos en el puerto de Pangai, la capital. Algunos pasajeros esperaban en el pequeño muelle para subir con destino la gran capital.
Recorriendo a oscuras las pocas calles de este pueblo llegué hasta el Hostal Fifita, que se encuentra muy cerca del muelle. Un pequeño establecimiento familiar con dos edificios de madera y cemento, la de la familia y otra con 10 habitaciones dobles que alquilan por 40$, o 30$ una sola cama, desayuno incluido. Tiene cocina de libre uso y baños a compartir.
Ha'apai ha sido siempre el tipo de paraíso que atrae a mochileros buscando su belleza natural. Un lugar con muy poca actividad, salvo en verano con el paso de las ballenas, siendo un perfecto lugar para observarlas, al igual que el grupo de islas de Vava'u, pero donde se aprende mucho sobre el estilo local de vida. Las casas están separadas entre ellas por extensos jardines muy mal cuidados donde los cerdos campan a sus anchas. Aquí también todos tienen sus cochinos, que son muy bien atendidos y mimados. No los venden en los mercados, sino en sus propias casas. Y son bastante caros, para la mierda que comen. La parte trasera de las casas es utilizada para tirar toda la basura. Y es ahí donde lo comen todo. Lo plástico, metálico e incomibles se quema al atardecer. Ver extensas cortinas de humo por las calles es muy frecuente. En Lifuka vive muy poca gente. Lo más que se ve son niños vestidos de uniforme dirigiéndose o volviendo de la escuela. O en mi caso, que he coincidido con varios entierros, y el constante movimiento de gente vestida de negro y ta'ovala sobre rancheras yendo de un lado a otro. Toda la vida se hace dentro del perímetro de la casa.
En el mercado, que está junto al muelle, no hay nada. Nada de nada. Apenas tres puestitos que venden Hojas de Taro (Lu), Tapioca, algunas Zanahorias y algo de ropa. El sábado es el día de más movimiento, pero no más de 50 personas deambulando por los alrededores en rancheras. Se bajan y no compran nada. Aunque hoy hay algo más de Taro y Tapioca. Y también han desplegado telas sobre el suelo donde ropa de segunda mano y nueva es puesta a la venta. El mercado es el centro de reunión. Mientras, en frente, entre los árboles del mal cuidado parque, un grupo de alguna congregacion religiosa canta, a través de altavoces, con música de guitarra y amplificador. Una engalanada señora da la charla acerca de la biblia. Los espectadores, escuchan atentamente desde el mercado. A un lado un puesto, el único, que hace comida para llevar. Por cierto, la peor que he comido en lo que llevo de viaje por el Pacifico sur. Taro sancochado, pollo o cordero asado con una extraña salsa blanca, todo envuelto en papel de aluminio. Lo llaman "Barbacoa". Lo he comido mucho más exquisito en otros lugares. También venden donuts local, hecho bola. A partir de las 2 dejan de hacer barbacoa, por lo que la cena o se lleva a medio día y se guarda en el frigorífico, o se come en el Mariner's Cafe, un pub bastante bullicioso. No importa que solo hayan dos clientes, todos gritan como cerdos cuando se emborrachan, sobre todo unos alemanes que viven por aquí. Regentado por un sudafricano y una polaca que hace dos años lo compraron, ella ya está frita por volverse a su tierra. Tienen una antena para ver los canales del pacífico, y cuando hay partidos buenos de rugby, deporte nacional, se llena de nativos.
Ha estado lloviendo todos los días, por lo que no he podido montar en bici, recorrer la isla y visitar sus paradisíacas playas, así que tendré que probar suerte en la isla Uoleva, donde me recomiendan quedar varios días. Sólo hay dos pequeños Resort donde quedar. Tiene una zona de corales bastante interesante y playas solitarias para perderse entre ellas. La Oficina del Visitante ayuda a encontrar alojamiento mediante una llamada con la emisora de radio.