7/11 - Andrea me alcanza al aeropuerto, pero de paso vamos a la tostadora de café del marido a recoger 8 cajas para enviar a Aitutaki y Rarotonga. Es el más que se consume en las Cook. También importan a N.Z. con una muy buena aceptación. Tiene un buen olor pero es muy ligero de sabor. Quizás me haya acostumbrado al J.S.P., que me gusta mucho más. De nuevo el bimotor de 10 plazas, y ahora vuelo con una pareja de neozelandeses y dos estudiantes de cine que están haciendo un reportaje de la compañía aérea. Se pasaron todo el trayecto filmando las maniobras del piloto. El fuerte viento hacía tambalear al aparatito a cada rato. Pasamos por varios atolones, el más bonito el de Manaue, un doble atolón deshabitado y reserva marina, donde ponen huevos las tortugas, lugar de reunión de muchísimas aves, bordeada de blanca arena y llena de alta vegetación. Pero lo más sorprendente es la llegada a la enorme laguna coralina de Aitutaki, mientras el avión va descendiendo, entre sus 15 atolones y sus 12km de ancho por 5km de largo. Es un acuario natural de colores verde-jade, turquesas y azul índigo, bancos de corales anaranjados y verdes, y de arenas blancas. En 45min. aterrizamos en una de las dos pistas que tiene el aeropuerto, construida por los americanos en la segunda guerra mundial. Ésta es la segunda isla mas visitada por los turistas. El bus del aeropuerto me llevaba a Arutama, a ca'Jossie, una anciana de 85 años que lleva casi toda su vida hospedando a visitantes en su ahora viejísima casa de chapas de madera. Tiene 3 habitaciones con cama doble y mosquitero, y otras 3 de 2 camas, una cocina destartalada de vitro, separada del comedor por un tablón de madera, y un baño con ducha para los que se hospedan, que da pena lo poco cuidada que lo tiene, porque ella ya casi no puede. Dice que más de 4 personas no acoge. Los mosquitos abundan en todo el inmueble, además de miles de hormigas que suben en ordenada fila al cubo con basura de varios dias, y alguna que otra chopa bien servidita. Ah, y un ratón que se a adueñado de la cocina y que lleva meses intentando atrapar pero que ya se conoce los trucos de Jossie. En el exterior tiene un patio-pasillo, entre macetas de enormes plantas que cuida mucho, y el jardín donde no se puede sentar en ninguno de los 3 tresillos de madera porque están llenos de ropa para planchar, o para guardar, o para coser, o para... no sé!. Está todo lleno de ropa de todas las tallas y colores. Ahí estuvieron hasta que me fuí...! Jossie vive tras una pequeña cortina que separa los dos inmuebles. Apenas sale a la calle, sólo para ir a misa o alguna que otra vez visitar a una amiga. O se pasa toda la tarde pintando flores en lo que parece ser un mantel. También corta alguna blusita "a su manera". Cuando termine la que tan afanosamente trata de cortar, seguro que la pondrá sobre el tresillo del patio. Desde Atiu había reservado una habitación en su casa por teléfono. Fué una mala elección, pero me daba pena marchar. Su hija tiene otro complejo al norte, en la estrecha playa de O'otu junto al canal que separa al motu Akitua y donde se encuentra uno de los Resort mas caro de la isla. Esa misma tarde alquilé una bicicleta para conocerla. Estaba terminándola de arreglar y en unos dias la volvería a abrir al visitante, tras atravesar la isla de este a oeste, que no tiene mas que 2km de ancho por 9 de largo. El día estaba completamente despejado, pero el fuerte viento del Este me hizo pedalear frenéticamente sin apenas avanzar paralelo a las dos pistas de aterrizaje que casi llega hasta el lugar. Y llegué, reventado. Un refrescante baño y unas papayas cogidas durante el recorrido de los abundantes papayeros que se encuentran por cualquier lado.
La carretera principal va desde el aeropuerto hasta el muelle de Arutanga, pasando por innumerables casas terreras, de una o dos plantas, cabañas turísticas y varias iglesias. Entre ellas , junto al muelle, la cristiana, construida en 1828, es la más antigua del archipiélago. Y se caracteriza por ser la que mejor resonancia tiene cuando los feligreses cantan. Aitutaki fue la primera isla en convertirse al cristianismo.
Desde el deteriorado muelle, destrozado por los últimos tifones, se puede ver los mejores atardeceres.
Al llegar a casa Jossie pintaba flores fluorescentes en una manchada sabana blanca... sin más comentarios. Mientras cenaba una sopa de sobre con un huevo (mi primera incursión en la cocina), los mosquitos me devoraron. Aquí el agua del grifo también se puede beber porque la recogen de la lluvia que baja del tejado y cae por medio de tuberías a un enorme bidón, como se hace en todas las islas. Un mosquitero rodea mi cama, la ventana tiene rejillas e impide la entrada de mosquitos, pero la puerta no encaja en su marco y entran por debajo, a mi habitación de 3m x 3m.
Al día siguiente mi intención era hacer un crucero entre las tantas islas de la laguna pero había llegado un enorme barco de turistas y lo habían reservado todo. Gracias que ya tenía mi bici. Esto me llevaba a novelear al muelle..., eran casi todos muy mayores. Muchos apenas caminaban erguidos. Algunos jóvenes alquilaron motos, otros turistas sólo han bajado un par de horas a comprar souvenirs en el muelle y regresan al barco... (?) Por la tarde ya tenía mi reserva con Kia Orana Cruices, un fuera-borda de 8m con cabina para dar sombra. Había leído buenos comentarios de ellos en internet. A la caída del sol unas cervezas sentado sobre el césped del muelle: a mi izquierda toda una línea de playa llena de cocoteros, a la derecha también. Al fondo, las sombras de los atolones entre las rojizas y anaranjadas nubes. Anochece lentamente y se va dejando de oír el murmullo de las aves entre la enorme vegetación de los alrededores... y los mosquitos entran en acción. Es hora de marchar del lugar.
9/11 - A las 9:10 me esperaba en la puerta de mi hostal un toyota 4x4 de 8 asientos conducido por un miembro del equipo de Kia Orana, con una pareja de alemanes. En el muelle otra pareja de americanos, algo mayor, se unía al grupo. Y a las 9:30 subimos a la pequeña embarcación con capacidad para 10 pasajeros. Nos recibe Andrew, o "Capitán Fantástico", como se hace llamar. Nos da una botella de 25cl, fría y rellenada de agua del chorro. Éramos cinco. Perfecto. Tenemos suficiente espacio para movernos. Kia Orana Cruices es un pequeño operador que hace una ruta fija entre las islas más bonitas de la laguna por 65$n.z., incluyendo una barbacoa de pescado. Salimos del muelle de Arutanga a toda máquina dirección sur, rodeando la costa, y luego sur-este. La primera a la que nos acercamos fue Moturakau, donde se filma la serie británica Supervivientes, lugar donde una antigua colonia de leprosos fueron llevados en el siglo XIX. Cerca a ésta, la más famosa, One foot, ó "Tapueta'i", donde casi todos los cruceros acaban haciendo el asadero final. Tiene una oficina de correos muy peculiar en una cabaña de madera y donde sellan el pasaporte con un particular sello haciendo referencia a la isla. Junto a su vecina Tekopua tiene las mejores playas de cegadora blanquísima arena, y las más transparentes aguas. Sin embargo, son las peores para hacer inmersión porque en ésta parte de la laguna no hay corales sino un gran banco de arena, y muy poca vida marina. Cuando llegamos la oficina estaba cerrada, pero Andrew tenia otro sello igual en Maina, donde haríamos a medio dia nuestra barbacoa. Antes de llegar hicimos la primera inmersión. Cientos de peces de todos los colores y formas, una profundidad de 6 u 8m y agua muy transparente. Casi una hora, recorriendo unos 200m con muchísimas cuevas entre el coral, y abundantes peces protegiéndose en su interior. Extraordinaria visión. Volvimos a la embarcación, dirección a Maina y paramos en un enorme banco de arena frente a ella, el Honeymoon island, donde hace años una pareja de neozelandeses se casaron en la misma playa, siendo la primera que lo hacía en un motu. Habita una colonia de fregatas, un ave tropical muy apreciado en estas islas por que sus dos plumas rojas de la cola se utilizan para adornar las flores que rodea la cabeza en ceremonias muy especiales. A la hora de almorzar desembarcamos en Maina. En la única cabaña que existe y que tienen construida para ello había una larga mesa con abundante frutas y verduras preparadas: mangos, papayas, bananas, taros, tomates y ensaladilla. Y de plato principal, pez loro, ( familia de la vieja), a la barbacoa. Mientras comíamos Andrew nos explicaba el porqué de los nombres de cada isla y su leyenda. Media hora de relax, una vuelta a la isla, que se hace en 10min, y regreso al barco. Nos paramos frente a un buque hundido. El resto de la comida se la dimos a los peces. Cientos de ellos se acercaban velozmente. No era la primera vez que se les alimentaba de esa manera. Se pueden tocar, pues están acostumbrados. Unos cientos de metros mas allá otra inmersión entre enormes cabezas de coral, casi 10m de profundidad y abundantes bancos de peces. Nuevamente maravilloso. A las cuatro y media entrábamos en la bahía de Arutanga. No me sorprendió tanto este crucero porque ya habia visto muchísimas mejores playas en Filipinas o Indonesia, pero valió el precio pagado.
Como todos los viernes, se celebra el Island Night en el bar Puffy. Al atardecer, tras cambiarme me dirigía en bici a reservar una mesa, porque por 35$n.z. se sirve un buffet de comida local y baile. Un trío de ukeleles amenizaba la cena. En la alargada mesa central se combinaban muchos platos: Pollo al curry, Cerdo de barbacoa, Ika Mata (riquísimo pescado crudo marinado en limón), Fideos chinos fritos, Ensaladas, Taro sancochado en leche de coco, Kumara (batata), y mucha fruta. A las 7:30 llegaba una camioneta con un gran colectivo familiar. A la media hora, un fuerte sonar de tambores de troncos de árbol avisaba la entrada de los danzarines. Comenzaba con los más peques, de entre 5 y 10 años. Luego entraron los mayores. Era asombroso como movían ellos las rodillas y ellas las caderas. Se dice que los de las Cook son los mejores bailarines del todo el Pacífico. Al final, la danza de fuego: cuerdas de pita sosteniendo bolas de fuego que al ritmo de la música, y casi rozando los cuerpos de los que danzan, hacen subir la temperatura del entorno, en perfectos y armónicos movimientos. Al concluir, los asistentes iban marchando, pero el trío musical seguía amenizando la noche, y las cervezas ayudaron a relajar más. Era las 11:30 de la noche, y eso iba a durar hasta mucho más de las 12. Mi bicicleta no tenía luz y estaba a casi 2km de casa, por lo que marché sin muchas ganas.
El sábado lo dediqué a recorrer la isla desde muy temprano, pasando por varios Maraes ( lugar religioso de reunión de los antiguos pobladores), reposando en algunas playas solitarias de cocoteros, y cogiendo algunas papayas de los tantísimos árboles que se encuentran al borde de la carretera. Terminé al atardecer junto al Resort Paradise Cove, donde hay una muy extraña franja de 5m de ancho por 2m de profundidad. Dicen que este resort destrozó esta parte del coral que llegaba hasta la orilla para tener su propia playa de arena.
Y el domingo es dia de misa. Un salto a las 10 de la mañana a la Iglesia Cristiana. Dicen que tiene la mejor resonancia de todo el pacífico. El sonido perfecto. Las mujeres a 2 voces, ellos a una, se van respondiendo los cantos. No es tan rítmico como en Atiu. Aquí se pueden ver los mejores adornos hechos a manos de hojas de pandano en los sombreros que llevan las mujeres. A las 4 de la tarde, mientras paseaba por el muelle, los cantos de la iglesia me haría volver de nuevo para oírlos cantar. Esta vez la gente era mucho más joven, y los 4 predicadores que había se dedicaban a dar pequeñas charlas. Algunos jovenes iban leyendo en pie y con tímida voz diversos apuntes. Se pasaron toda la tarde hablando y cantando. La gente aplaudían, otros reían. Se notaba un ambiente muy distendido. Las calles estaban vacías y los negocios cerrados. Había poco que hacer en el pueblo.