31/12 - El fin de año lo quería pasar de una manera algo distinta. Y que mejor que en una isla donde solamente habitan dos familias fijianas. La Isla de Caqalai. Y que junto con la isla de Leleuvia son la joya del grupo Lomaiviti, al este de Viti Levu, la principal de las Fiji.
A las 11 de la mañana del domingo, justo con la marea alta, una pequeña embarcación a motor nos recogió a mí y a una pareja de suecos en el muelle de Levuka para, en 40 minutos, llevarnos a la isla. Un día completamente despejado y sin viento. Durante el trayecto, el capitán esquivaba algunos bancos coralinos, pasando cerca de varios islotes desiertos. Al llegar otra pareja de franceses, que habían venido dos días antes, y la familia que lleva este pequeño complejo de burés y casas de madera, nos esperaban en la orilla de la playa. Una playa de blanca arena coralina, palmeras y arboleda que justo llega hasta la orilla. Una orilla llena de cocos caídos o arrastrados por la corriente, y que tras quedar varados en la arena comienzan a echar raíces y crecer otra palmera. Se da la vuelta a la isla con marea baja en 20min. El interior está completamente lleno de árboles, plantas imposibles de atravesar sin salir magullado, y muchísimas aves. Por 38$ se puede dormir en habitación compartida, o en burés doble por 48$/p., y tres comidas diarias, que es anunciada al sonar de una caracola a la hora de comer.
Se compone de 10 burés de bambú y hojas de palmeras, una casa de madera con 12 camas, retretes exteriores, dos duchas, un salón comedor, otro apartado para las reuniones locales (charlar o beber kava), o para la misa del domingo, cuando viene el párroco de la vecina isla de Moturiki. Y es que esta isla fue un regalo del jefe local a la comunidad Adventista, que son los que la trabajan, y todo el dinero conseguido lo invierten en educación para los niños de Moturiki. Aquí el coral es muy bonito. De la orilla hasta unos 25mt es donde abundan los peces de brillantes colores y los corales de infinidad de formas. La profundidad puede llegar hasta los 10 o 15mt.
A la 7 de la noche de fin de año, el sonar de la caracola llamaba a todos. Kaivalangis (literalmente: gente del extranjero) y fijianos, reunidos en una larga mesa, para celebrar la última cena del 2007, y otra mesa con una gran cantidad de comida: Taro, Kasava, Kokoda (pescado marinado en limón horas antes y servido con Lolo (leche de coco) y cebolla, pepino, tomate, Raw Raw (hojas de Dalo o Taro) en lolo, Pollo con curry, Fideos chinos, Carne de cerdo, Lechuga, Piña... El mayor de la familia bendijo la mesa con una pequeña charla de agradecimiento, y todos a comer. A las 10 nos invitaron a misa, que siempre dura hasta la media noche, pero como excepción por nosotros terminó a las 11:30. Y a las 12, una gran hoguera y el lanzamiento de algunos voladores locales, nos anuncian la llegada del 2008. En pocos minutos la sala de misa se llena de gente, que alrededor del Tanoa (recipiente ovalado para el Kava), 2 guitarras y un Ukelele, comienzan la sesión de bebida y cantos locales y religiosos, que se alargaría hasta las 5 de la madrugada. Casi 50 litros de Yaqona, o Kava.
Al medio día siguiente nadie se aguantaba en pie, del dolor de cabeza. Y no es una bebida alcohólica en si, pero sí narcótica, y si se toma en cantidades grandes puede llegar a sentar mal. Pero eso no impidió que la siguiente noche continuara otra sesión, con guitarras y jugando a Bindibindi (tablero de madera con agujeros en los extremos, fichas blancas, negras y una roja, y que hay que introducirlas por ahí para ganar). Esta vez acabaron prontito. A las 2 de la mañana...?
El miércoles 2, otra embarcación nos llevó a los suecos, a mí y a varios locales al embarcadero de Waidalice, en Viti Levu, donde cogimos un minibus hasta Suva. Desde ahí otro bus me llevaría al Parque Forestal de Colo-I-Suva, a 11km, donde me quedaría tres días en el Raintree Lodge a la espera de que cesara la lluvia para hacer un pateo por el interior. Por 26$ dormí en una habitación compartida con una cama y una litera. La segunda y tercera noche me acompañó un alemán que llevaba una semana intentando ir a Rotuma, pero que el mal tiempo había hecho cerrar su aeropuerto. En los tres días no paró de llover. Y fue precisamente el cuarto, cuando tenía previsto volver a Suva, cuando amaneció completamente despejado. Una pareja de británicos también vendría conmigo. Casi 7km de caminos que rodea todo el parque y que pasa por varias piscinas naturales y la cascada Waisila, con varias caídas, mesas y sillas de maderas para picnic, y con unas extraordinarias vistas sobre la inmensa arboleda y la bahía de Suva. Terminamos bañándonos en la cascada para quitarnos todo el barro del camino.
La llegada a la capital, por la tarde, vendría acompañada de una fortísima lluvia torrencial de 3 horas que inundó parte de la ciudad. La suerte estaría esta vez de mi lado. Esto ocurría mientras tendido en mi cama de habitación compartida con 6 literas y otras 2 camas individuales, descansaba en el Apartamento-motel Sunset, el más barato y limpio de Suva.
Hoy es domingo, una vuelta por la ciudad. Apenas hay gente. A las 10 están todos en misa. Luego, marchan a casa a comer y disfrutar del día con la familia. Unos pocos, van a comer a los escasos locales abiertos que precisamente son hindúes o chinos, porque los cristianos cierran por orden de dios.